viernes, 23 de septiembre de 2016

Pesadilla

          Todo está oscuro. No soy capaz de sentir nada, ni siquiera mi propio cuerpo. Me invade una sensación de claustrofobia. Oigo mis pensamientos en bucle dentro de mi cabeza. Escucho mi voz soltando miles de frases que se superponen y confunden unas con otras. Cada vez suenan más caóticas, agobiantes y chillonas, aumentando más y más la presión  hasta que todo estalla en un haz de luz amarilla que se esfuma en una caída ligera y brillante de destellos que iluminan todo a mi alrededor.
           Me siento confusa. Los destellos se deslizan suavemente frente a mis ojos hasta acabar sobre el suelo negro y se quedan allí. Siento de pronto el peso de mi cuerpo, tan real como aquella negrura. Noto mis pies, descalzos, contra el suelo helado. Un escalofrío cruza mi espalda. Un destello rezagado toca mi brazo y una carga de energía inmensa recorre todo mi cuerpo, haciendo que mi piel brille unos instantes hasta desaparecer por completo. Vuelvo a estar completamente a oscuras. De repente, el suelo se ilumina únicamente en aquellos lugares donde mis pies lo tocan. Los muevo y la luz los sigue. Miro a mi alrededor, todo sigue negro. El viento silba y remueve mi pelo. ¿Donde estoy? Comienzo a caminar hacia delante, lenta e insegura por no saber que tengo ante mi. Oigo un leve ruido a mis espaldas. Me giro despacio y veo cuatro diminutas luces rojas a lo lejos. Se van acercando poco a poco haciendo un extraño baile, como saltando. Fijo toda mi atención en ellas. El ruido va incrementando su fuerza a medida que las luces se hacen más nítidas y grandes, poniendo todo mi cuerpo en estado de alerta.  Las luces se quedan quitas de pronto. El ruido también cesa. Sólo oigo mi respiración ahogada y me pongo aún más en tensión. Trascurren los segundos y nada pasa. Tengo la mirada fija en el lugar exacto en el que han desaparecido. Hay algo extraño. Escruto la oscuridad en busca de cualquier anomalía. De repente lo veo. Dos penetrantes ojos me observan con una mirada de brutal ira. Oigo su respiración, fuerte e intimidante. Me quedo paralizada. Camina hacia mi iluminando de rojo el suelo que pisan sus garras. Doy un paso atrás y al instante un  gruñido surca las distancia entre la bestia y yo. Instintivamente echo a correr lo más rápido que logran moverse mis piernas en dirección opuesta. No puedo esconderme. No veo nada. Mis pies van dejando una senda de luz amarillenta tras de mi. Es imposible impedir que me vea. La adrenalina surca mis venas y el aire que sale y entra atropellado en mi cuerpo me quema en los pulmones. No veo absolutamente nada delante de mí. Mis pies resbalan pero eso no me frena. El miedo me impide pensar, solo corro. Busco desesperadamente una salida o refugio, cualquier cosa que me mantenga con vida. Levanto la cabeza. Otro par de luces amarillentas corren hacia mi. . Intento pensar. Piensa. Piensa. Piensa. ¡Piensa! Hago un pequeño giro hacia la derecha y las luces de en frente me imitan, colocándose a mi izquierda en paralelo. Miro de reojo hacia atrás y otro gruñido me sobresalta. Aumento la velocidad. Un hormigueo recorre todo mi cuerpo mientas me concentro en seguir respirando. Tengo que pensar. Me mueva donde me mueva las luces amarillas siguen ahí. Empiezo a desesperarme. Estoy rodeada. Otro gruñido suena aún más cerca. Noto el suelo húmedo. Hay más cantidad de agua a medida que avanzo. Me llega hasta los tobillos. Cada vez avanzo más despacio. ¿Me estaré metiendo en algún estanque o piscina?¿y si es un lago? Esto no es bueno, tengo que salir del agua cuanto antes. Pero no veo ninguna salida. Si giro, iré directa a las luces amarillas y si doy media vuelta, me toparé de frente con ese... monstruo. Pero si sigo avanzando estoy perdida. Tengo que tomar una decisión. Cierro los ojos, como si sirviera de algo. De golpe giro hacia la izquierda. Abro los ojos. Observo como brillos dorados se van acercando a toda velocidad. Me lloran los ojos y el viento choca con brusquedad contra mi cara. Apenas puedo ver y distingo con dificultad los haces de luz que se aproximan vertiginosamente. Me seco las lágrimas con el brazo y fijo mi mirada intentando descubrir hacia quién o qué corro. Las luces, más grandes cada vez, iluminan la distancia entre esa figura que ahora veo y yo.  Distingo dos ojos, marrones, como humanos. Estamos a escasos metros. Su pelo largo está algo alborotado. Cuando el viento se lo aparta de la cara freno en seco. Me quedo petrificada. No puede ser, me digo a mi misma. Solo unos centímetros nos separan y reconozco perfectamente sus facciones. Soy yo pero más brillante, más etérea. ¿Esto es una broma? Extiendo la mano. Hay una especie de cristal que nos separa. No entiendo nada. Un gruñido desgarrador, seco, recorre la oscuridad. Me giro recordando que no hay tiempo. Está tan cerca que puedo oír su ronca respiración, sus pisadas pesadas contra el suelo, su furia en la garganta en forma de gorgoteo. Veo sus ojos de bestia, rojos como las luces que acompañan sus pasos. Miro de nuevo hacia mi misma. Mi reflejo, al otro lado, me hace gestos con la mano para que lo acompañe al otro lado, pero toco el cristal frío. "¡¿Cómo?!- le preguto chillando. Tengo el pulso acelerado, el corazón se me va a salir del pecho, el aire me quema en los pulmones y las piernas me tiemblan. Me contesta pero no oigo nada, sólo veo como mueve los labios y sigue pidiéndome que la siga. Me echo para atrás y cojo carrerilla, deseando que lo que voy a hacer funcione con toda mi alma. Corro y salto contra el cristal, apretando los párpados. Siento como miles de fragmentos atraviesan mi piel y choco contra el suelo. Me levanto corriendo, herida e histérica, con todo el cuerpo temblando. No hay restos de cristal por ninguna parte, ni rastro de mi otro yo. Me doy la vuelta, corriendo y veo a la bestia parada frente a mi. Todo su cuerpo, lleno de pelaje negro, tensado. Su pecho subiendo y bajando con violencia. Sus fauces apretadas y babeantes. Su mirada llena de furia y su ceño fruncido. Era una imagen aterradora pero quieta, demasiado quieta. ¿Porqué se había detenido? Extiendo la mano y toco algo duro en el aire. El cristal aún sigue allí. Me examino corriendo. No tengo ni una sola herida. Y ahí me quedo. Mirando fijamente a mi peor pesadilla mientras se hace de día.