El último rayo de luz del mes de Agosto se esfumaba entre sus dedos al
mismo ritmo, vertiginoso y febril, de aquel cigarrillo posado en sus labios.
Aquellos en los que tan a gusto había estado posada yo.
El otoño, siempre
triste, llegaba a regañadientes sabiendo que no era deseado. “Haremos el verano
algo más largo” me susurró mientras el disgusto al despedirnos quebraba sus
ojos. Sonrió levemente y huyó con el humo de la última calada.
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