lunes, 10 de agosto de 2015

Infiernos de fuego

          Oscuridad. Frío. El viento aulla marcando el suave silencio de la noche. La luna apenas está presente, se oculta tras una tela de traslúcido espanto, escondiendo en la penumbra los ojos del asesino, rojos como la sangre, como el fuego. Se oyen ruidos de leves pisadas sobre ramas que se resquebrajan, secas,  bajo sus pies. Los árboles contienen el aliento, queriendo hacerse invisibles, chillando en silencio su leve socorro.
          Chispa. Luz. De repente se siente un efímero calor en el ambiente. Las plantas firman sus testamentos mientas que la sombra humana dicta su sentencia de muerte. De las manos del asesino cae el arma homicida, provocando, en un simple movimiento, el comienzo de la masacre.
          Crujidos. La muerte avanza rápida por la sierra, camuflada en rojas lenguas de fuego, ardientes como los infiernos, arrasando cualquier vestigio de vida. Parece el escenario de una pesadilla. Las raíces de los árboles se vuelven ceniza cuando el fuego las invade por debajo de la tierra. Dante escribió sobre su infierno: "abandonad toda esperanza los que entráis aquí", y viendo tal estampa el cielo respalda sus palabras pues toda esperanza en el ser humano se pierde ante tal alarde de soberbia y egoísmo.
          Todo arde bajo la atenta mirada del que llora por su tierra, apretando los puños para no romperse por dentro de impotencia.

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