miércoles, 26 de agosto de 2015

Delirios de una mente enamorada

          Hoy podría hablar de la alegría y su júbilo marcado en mis mejillas, o de la tristeza y el enorme vacío punzante que deja en mi pecho, o de la pasión que llena mis venas de entusiasmo, o de la melancolía y su forma tan cruel de dejarme hecha polvo. Hoy podría hablar de muchas cosas que no son tú. Pero a la hora de ponerme delante del papel sólo tu nombre me viene a la mente. Es realmente frustrante querer escribir y sólo poder quererte. Sinceramente, amarte en la distancia es lo más difícil que he hecho.
          Hoy podría escribir sobre un montón de cosas, pero al final todas estarían relacionadas contigo. A veces resulta odiosa la forma en la que consigues meterte en mi cabeza y enmarañarla toda a base de suspiros y tormentas. Me niego a depender de ti para respirar. Sé que no es tu culpa. Como si pudieras pretender robarme el alma con tu verdosa mirada. La culpa es mía por dejar que te quedaras grabado en mi retina.
          Hoy podría escribirte, pero creo que será mejor que deje de intentar plasmar cosas coherentes. Al fin y al cabo, esto sólo son delirios de una mente enamorada.

lunes, 10 de agosto de 2015

Infiernos de fuego

          Oscuridad. Frío. El viento aulla marcando el suave silencio de la noche. La luna apenas está presente, se oculta tras una tela de traslúcido espanto, escondiendo en la penumbra los ojos del asesino, rojos como la sangre, como el fuego. Se oyen ruidos de leves pisadas sobre ramas que se resquebrajan, secas,  bajo sus pies. Los árboles contienen el aliento, queriendo hacerse invisibles, chillando en silencio su leve socorro.
          Chispa. Luz. De repente se siente un efímero calor en el ambiente. Las plantas firman sus testamentos mientas que la sombra humana dicta su sentencia de muerte. De las manos del asesino cae el arma homicida, provocando, en un simple movimiento, el comienzo de la masacre.
          Crujidos. La muerte avanza rápida por la sierra, camuflada en rojas lenguas de fuego, ardientes como los infiernos, arrasando cualquier vestigio de vida. Parece el escenario de una pesadilla. Las raíces de los árboles se vuelven ceniza cuando el fuego las invade por debajo de la tierra. Dante escribió sobre su infierno: "abandonad toda esperanza los que entráis aquí", y viendo tal estampa el cielo respalda sus palabras pues toda esperanza en el ser humano se pierde ante tal alarde de soberbia y egoísmo.
          Todo arde bajo la atenta mirada del que llora por su tierra, apretando los puños para no romperse por dentro de impotencia.

viernes, 7 de agosto de 2015

Hoy no se qué escribirte

          Hoy no sé qué escribir. No sé si será porque acabas de marcharte o porque aún no te has ido. En mi cabeza revolotean mil ideas desenfrenadas, que bajan hasta mi estómago para revolucionarlo cada vez que te ven, y morir en un acto de fe cada vez que te vas.
          Hoy no sé qué escribir. Será porque de nuevo la tristeza se cierne sobre este cuerpo, cada vez que me da por recordar. Será porque la sensación de dolor no desaparece ni un sólo milímetro, ni un sólo segundo, o porque al vacío de mi pecho le da por empaparse con oleadas de melancolía, como si eso no me estuviera costando la vida.
          Hoy... no sé qué escribir. Y es porque quizá no sé plasmar lo que siento. Quizá porque si fuera capaz de hacerlo, desaparecería la carga que me atosiga. Quizá no pueda porque no me siento merecedora de que eso ocurra. Tal vez porque eso volvería a alejarme de mi realidad.
          Hoy sé que hay cosas que no debo escribir. Corro el riesgo de morir ahogada y aún así prefiero el trágico suicidio, lento y doloroso, que tarde o temprano provocará ésta amargura, antes que el llegar a envolverte a ti en esta sucia negrura. Hay tantos fantasmas revoloteando aquí a mi lado, manipulando mi cabeza, cambiando mis pensamientos. Cada cual ha de vivir con sus culpas. Hay cargas más pesadas que otras y ya sé que no se nos dan batallas que no podamos librar, pero a veces es más fácil perder la fe, que culparse a uno mismo... Sé que soy un desastre.
          Hoy no sé qué escribir porque soy plenamente consciente de que tú eres el único que llena de luz los pequeños recovecos que aún quedan vivos de mi miseria. Tú, el único capaz de recoger mis cenizas, de secar mis lágrimas.
          Supongo que ésta es mi forma más descarada de enviar un mensaje de socorro con tu nombre. No sé siquiera si llegarás a verlo, si vendrías a salvarme...
          Hoy, todavía, no sé qué escribirte.