jueves, 9 de julio de 2015

Humo

          Humo. Se escapa entre sus dientes, entre sus labios y lo impregna todo de un sabor a muerte. Con cada calada una puñalada en mi espalda. Cada bocanada de aquel veneno le resta momentos a nuestra vida compartida, por ahora contada en horas, pero que en un futuro se contará en años.
         Negro. Empaña la pared de nuestros pulmones dejándolos secos de vida. Vicio caro en todos los sentidos. Si sólo pudiera pedirle al que limpia nuestros cuerpos del negro de nuestras almas que limpie igual su vida destrozada adrede a base de pequeños ataques... Si sólo pudiera convencerle... En el fondo es su cuerpo, su vida, tan importante para mí y sin importancia al parecer para él. Mis palabras no tienen peso en sus oídos.
          Amarillo. Se queda pegado en la pared de sus dientes, en la piel de sus dedos, como marca permanente de su simple suicidio. El suyo y el de mucha gente ingenua como él. Cree que eso es decidir sobre su vida y en el fondo ¿Qué le aporta? Empaña mis besos con sabor a ceniza, mis recuerdos a su lado con olor a humo...
          Todo esto puede sonar exagerado. Muchas de las cosas que escribo pueden no suceder pero mirándote a los ojos te pregunto ¿Y si un día te veo morir a causa del veneno que tú mismo te tomas? Si la muerte te lleva por ese motivo no podré evitar sentirme culpable, así que perdona mis palabras exageradas hoy si el día de mañana me libran de perderte prematuramente.
         

2 comentarios:

  1. Guau... Qué genial, grandísima reflexión. Me hace replantearme muchas cosas de mi vida, gracias.

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    1. Gracias a ti María. Este blog no tendría ningún sentido sin los que lo leéis. Espero que te ayude.

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